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21 sept 2016

COLOMBIA: UN PROCESO DE PAZ QUE SACRIFICA PRINCIPIOS CRISTIANOS

Hoy más que nunca nos estamos enfrentando a una realidad de la situación de Colombia que está marcando la historia de nuestro país. Se trata de los modelos gubernamentales en los cuales se han venido gestando cambios que tienen que ver con el desarraigo por lo tradicional y la imposición de modelos “nuevos” que pretenden determinar la vida de cada ciudadano y regir los destinos de nuestra sociedad con base en presupuestos no solo de tipo económicos, sino también ideológicos pero en el sentido contrario a los principios y elementos que han fundamentado nuestra sociedad como una sociedad democrática y soberana además de civilizada con un alto componente de Cristiandad. Un error que estamos pagando con creces por querer modelos de gobierno abiertos a cambios como lo que sucedió con Israel cuando decidieron tener un cambio de sistema de gobierno y entrar en la moda del momento de tener un rey humano(1 Sam 8).
A lo largo de la historia colombiana, nos hemos encontrado con modelos de gobierno que han pretendido defender los principios y valores sociales que por tradición toman como fuente importante los postulados de la Palabra de Dios y obviamente con elementos de religiosidad por ser un pueblo altamente católico. Tal ha sido el pensamiento de los gobiernos conservadores que ha procurado el mantenimiento de un estándar de vida en Colombia poco progresista y muy tradicional. En tal sentido, la historia ha hablado de la manera como la participación ciudadana, termina por elegir gobiernos que se mantienen en la tendencia  y rechazan todo tipo de tendencias liberalistas o novedosas ante los desafíos que debe enfrentar nuestro país por los cambios socioculturales que enfrenta día a día. Así, en la práctica nuestro país es una nación democrática que propugna por unos valores determinados, pero en la agenda oculta de la realidad sociocultural, lo que termina imperando son los intereses de los particulares de turno que procuran imponer sus deseos sobre las mayorías ciudadanas ignorantes de las realidades que pasan a su alrededor.
A pesar de esto, existen elementos que hacen de nuestra sociedad, una sociedad aún con sentido social y democrático, reflejado esto en la posibilidad que tenemos como ciudadanos de proclamar la verdad sin miedo a ser arrestados o torturados por entes estatales de la manera que está viviendo Venezuela en la actualidad.
Es por esto que quiero poner el énfasis en la voz profética de todos aquellos que somos guiados por el Espíritu Santo de Dios, pues no nos podemos quedar callados ante el pecado social y menos ante el pecado de nuestra nación, de nuestro sistema social y de nuestros gobernantes.
A lo largo de estos días una gran preocupación invade mis pensamientos y mis emociones respecto a los acuerdos entre el Gobierno colombiano y el grupo guerrillero de las Farc. Y soy testigo, por medio de un análisis detallado del documento de los acuerdos que estamos ante la amenaza latente de una realidad donde se pretende cambiar los modelos sociales por excelencia que tradicionalmente han determinado la estructura social de nuestra nación, para traer modelos sodómicos y perversos en contravía de principios constitucionales como el plasmado en el artículo 42 de la Constitución que propugna un núcleo social claro como lo es el de la familia constituida por un hombre y una mujer. Ya no se trata solo de modelos comerciales donde impera la ley del dinero, de oferta y demanda, como lo dice el documento de la sombrilla planetaria, de Don Dinero. Se trata de un enfoque peligroso para nuestra sociedad en el cual se rasga completamente el manto que cae sobre la realidad del núcleo familiar y se propugna una “igualdad de género” caracterizada por el desconocimiento del enfoque de “hombre” como hombre y “mujer” como mujer (Gen 1:27). La gran mentira que el gobierno nacional en su agenda oculta, que inició implantándola en las cartillas sobre convivencia escolar en las instituciones educativas  y que ha querido plasmar en los acuerdos de la Habana con la complicidad de los comandantes guerrilleros es que “no existe una característica de género”, porque según Humberto de La Calle (representante del gobierno en dichos diálogos), “el hombre no nace hombre, sino que se hace en la medida que toma conciencia de esto y lo mismo sucede con la mujer”.  Esto, ya no se trata de un problema de recursos económicos o de diferencias políticas o de imposiciones neoliberales, pues va más allá del Estado Social de Derecho propugnado en la Constitución política en su artículo primero y pretende imponer un nuevo pensamiento y una nueva estructura social donde lo que impera es la subjetividad de unas minorías (como lo son las comunidades LGTBI) sobre una inmensa mayoría que buscamos el desarrollo de una sociedad justa y en virtud de principios naturales y espirituales como son los principios de Dios para esta nación.
La Biblia nos habla en el evangelio de Mateo 6:33, que uno de los modelos que necesitamos urgentemente en Colombia es el modelo del Reino de los Cielos, con altos componentes de justicia, verdad y de paz, para lograr un nivel de vida adecuado, donde podamos proclamar la verdadera paz y la verdadera libertad que nuestra nación necesita para lograr un progreso que fortalezca el desarrollo de nuestro país. Desafortunadamente el enfoque parcializado y mentiroso del gobierno Colombiano ha venido imponiendo sus propios modelos alejados de los modelos axiológicos bíblicos y ha querido imponer poco a poco una agenda que no contribuye al verdadero desarrollo del país, sino a sus propios intereses particulares como lo he expresado anteriormente.
En tal sentido, no nos queda más que levantarnos como pueblo de Dios en una sola voz a la denuncia por cuanto se ha querido pasar por encima del interés general de las mayorías del pueblo colombiano en detrimento de sus principios y en detrimento de las estructuras sociales que por tradición se consideraban claves en el desarrollo de nuestra sociedad.
Dios juzgó a las ciudades de Sodoma y Gomorra por el colmo de sus maldades (Gen. 19) y todos aquellos que tenemos una participación social como ciudadanos colombianos y como ciudadanos del reino, no podemos quedarnos quietos y pasivos ante la terrible imposición del actual gobierno.
Somos nosotros los cristianos quienes estamos en la tarea de enfrentar el pecado de nuestra nación y de nuestros gobernantes. Somos nosotros los llamados primeramente a orar por muestro país, por el gobierno de turno y por la situación que está enfrentando Colombia ante los acuerdos que se pretenden refrendar en el plebiscito por la paz, que no es más que otra imposición que a la ciudadanía ignorante no le deja otra alternativa que asumir el pecado como único remedio para lograr la paz, lo cual es una total mentira.
Tenemos que hacernos conscientes del modelo gubernamental que tenemos en la actualidad y no solamente ahora, sino también al momento de ir a las urnas, pues la falta de conciencia ciudadana nos ha llevado en Colombia a enfrentarnos a gobiernos que promueven el pecado e imponen ideologías sin importar el pecado o el detrimento social que estos nos impongan. Somos nosotros los cristianos que, con el conocimiento de la Palabra de Dios podemos lograr una transformación de nuestro país, pero en la proclamación de la VERDAD de Dios con una voz profética como la voz de los profetas de Israel que denunciaban el pecado del pueblo y de sus gobernantes, y no siguiendo las corrientes heréticas de los gobernantes de turno que promulgan mentiras.

Estamos ante un momento trascendental de nuestra realidad social colombiana, donde somos nosotros quien debemos tomar conciencia de lo que está sucediendo, y ser consecuentes no solo con nuestra ciudadanía terrenal, sino también con nuestra ciudadanía celestial.